La persona

Muy a menudo me suelo hacer una pregunta acerca del ser humano: ¿quiénes somos? ¿qué quiere decir ser persona?

Trato de responderme a mí misma, y en el camino me doy cuenta de que, precisamente la mirada sobre el ser humano o mi concepción antropológica sobre el mismo, está íntimamente ligada a mi propia experiencia.

Más allá de las definiciones del latín (personare) y del griego (prosopon): cara, rostro, máscara… la palabra persona, desde mi concepto como psicoterapeuta, hace referencia a un ser humano con capacidad de raciocinio/autorreflexión y conciencia de sí misma; posee una identidad que está íntimamente relacionada con el carácter y el temperamento, pero que a su vez está marcada por la educación y el contexto familiar y sociocultural en el que se ha desarrollado.

Unido a lo anterior y siguiendo el aporte de la logoterapia, cada persona es única en su especie. No existe un solo ser humano exactamente igual a otro en cuanto a su esencia e identidad, aunque sí pueda serlo físicamente como en el caso de los gemelos que comparten incluso el mismo ADN. Por lo tanto, cada persona tiene sus propias posibilidades, límites y carencias frente a la existencia e incluso frente a una misma realidad, y por tanto, la respuesta a las diferentes situaciones también es única.

Esta persona única e irrepetible es un ser en continua relación, tanto con personas como con objetos. Podemos decir que conocemos a una persona cuando conocemos al mismo tiempo su forma de relacionarse con otras personas, con su entorno e incluso con los objetos que co-existen en su realidad.

Desde esta relacionalidad, el mundo de la persona es complejo. Por un lado, está compuesto de relaciones significativas que la impulsa y potencia, y por otro, puede haber relaciones condicionantes que impiden el crecimiento humano y el desarrollo psíquico.

Además de ser un ser en relación, cuenta con inteligencia y voluntad, y hoy puedo afirmar que, todas las personas buscan un sentido de vida, incluso cuando lo hacen por el camino aparentemente “equivocado”.

El concepto de personalidad, se refiere a un conjunto dinámico de características psíquicas, fisiológicas y socio-culturales de una persona, que hace que actúe de manera diferente a otras personas frente a ciertas situaciones. Hace referencia al patrón de actitudes, pensamientos, sentimientos y conductas que caracteriza a una persona y que tiene una cierta continuidad a lo largo de su vida, aunque sabemos que somos seres en movimiento, y por tanto, con posibilidad de cambios.

Creo profundamente en el ser humano, creo sobre todo que contiene en sí mismo infinitas posibilidades; que cada persona está compuesta de un pequeño universo con sus propias contradicciones, luces y sombras, que la hacen única e irrepetible, maravillosa y contradictoria a la vez.

Creo que la infancia tiene un papel preponderante en nuestro crecimiento psíquico y esto nos marca. Pero, por el contrario, también creo firmemente que somos posibilidad y que esa historia que nos hace seres únicos, no puede condicionar nuestro presente ni determinar nuestras acciones, siempre y cuando nos preguntemos qué queremos hacer con nuestra historia, con nuestras heridas y frustraciones, con nuestra vulnerabilidad, y tomemos decisiones frente a esta realidad.

Los mecanismos de defensa que cada ser humano manejamos, no son otra cosa que una manera de protegernos del dolor, el sufrimiento, la frustración… y por otro lado, los considero una alerta para re-direccionar nuestra conducta y nuestra vida. Son mensajes que ayudan a tomar conciencia de la ansiedad, de la propia corporalidad y de los comportamientos/reacciones en las relaciones. No los considero una amenaza, sino una protección y una brújula que ayuda a revisar a menudo nuestra manera de estar en el mundo.

Aún con todos los limitantes y frustraciones que pueda tener una persona en su vida, afirmo que el ser humano es básicamente bueno y sensible y por tanto, digno de confianza; está llamado al crecimiento y al desarrollo, que contiene un abanico de posibilidades para desarrollar sus potencialidades porque estamos llamados a la plenitud y la autorrealización en nuestras vidas, aunque ciertamente para ello, se necesita tomar conciencia de quiénes somos, dónde estamos y hacía dónde queremos encaminarnos.

Sabemos que la lucidez no es fácil en todo momento, puesto que son muchos los condicionamientos internos y externos que nos lo impide, y sin embargo, también la luz y la oscuridad, el miedo y el riesgo, la contradicción, la falta de libertad y el desamor, son parte de nuestra historia humana, y con ello vivimos y pagamos el precio de una vida intensa. “La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar” (C. Rogers).

 

Victoria LG